Hojas secas.

sábado, 9 de marzo de 2013

'Las malas épocas vienen y van.'

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Erase una vez, una chica que era demasiado tímida, demasiado acomplejada y demasiado buena para todos. Esta chica hacía todo perfecto, hacía todos los favores que le pedían, era un hombro donde llorar, sabía guardar secretos... aunque no tenía buen cuerpo, tenía corazón. Eso es lo que importa, pensaba ella. Un día tras otro ella hacía caso a los demás, aunque no se dejaba influir pues sabía que acabaría mal. Ella muchas veces sentía ganas de llorar, pero nadie le ofrecía un hombro. Bueno, quizá con el tiempo alguien me abrace cuando esté llorando en vez de mirarme con lástima, pensaba. 
Cada vez se sentía más sola, nadie le importaba lo que pensara ni su opinión. Con el tiempo fue perdiendo amigos, nunca supo el por qué de que se fueran, pero los perdió. Cada vez se sentía aún más sola e incomprendida. Ya vendrán tiempos mejores, se decía. Y podría decirse que tuvo algo de razón, un chico empezó a fijarse en ella y como fue de esperar, acabaron juntos. 
Pero, ese chico no era precisamente el chico que ella buscaba, más bien ese chico era todo lo contrario de ella. 
Fumaba, hablaba mal y nunca se preocupaba por ella. La chica, la cual estaba cegada de amor por él, no quiso dejarlo. Ya cambiará, pensaba. Pero el tiempo esta vez no le dio la razón, no, lo que hizo exactamente fue lo contrario. 
Si él no cambia algo mal estoy haciendo yo, creía la chica, tendré que cambiar yo pues
Y así hizo ella, al igual que el chico, empezó a fumar y a influenciarse por las malas compañías de él. Todo esto llevo a una cosa, y esa cosa a otra, la cual llevó al chico a dejar a la chica, y no en el momento adecuado. 
Le confesó, cuando iban hasta arriba de droga, que solo salía con ella porque quería reírse de la chica con sus compañeros. 
La chica no pudo aguantar todas esas burradas que le estaba soltando aquel chico. Ypensar que llegó a enamorarse de él. No soportaba toda esa soledad que sentía en ese momento la chica, y se suicidó. Sí, delante de él. 

Ahora todos la recuerdan como 'era una gran persona'.

Querida Annie:

Bueno, ¿cómo empezar? Quizás todo esto que escribo solo quede como otro recuerdo más. Otro papel manchado de tinta, como otros tantos que cada 18 de cada mes te dejo. Como verás no te olvido, al contrario, cada tacita de té inglés que me tomo por las mañanas, cada vez que suena tu canción favorita en la radio, cada vez que se me quedan los dedos arrugados por pasarme mucho rato en el agua me recuerda a ti. ¿Te acuerdas? un día me quedé dormido en la ducha y se arrugaron tanto mis dedos de las manos que me picaban, te reías tanto de mí que me contagié de tus carcajadas. 
Aún recuerdo tu risa, la tengo siempre en mi mente ¿sabes? es como si esas carcajadas fueran una canción en modo repeat continuo, siempre. 
Esa es mi canción favorita desde que te fuiste, tus carcajadas. Pero esa canción no viene sola, al contrario, viene cargada de lágrimas y muchos recuerdos. Y malditos recuerdos, son ellos los culpables de que no pueda empezar de nuevo, de que todo me recuerde a ti. 
Y creeme, siempre te he querido, hasta cuando nos enfadamos por última vez en mi casa, todo fue por mi culpa, lo siento tanto... Aún pago las consecuencias, no entiendo porque saliste corriendo de mi casa. Siempre pienso que si no te hubiera dejado marchar aún estaría abrazándote y escuchándote reír. 
Nunca lo he superado, hasta hoy, o eso creo. Voy a terapia ¿sabes?, es otra parte del precio que aún pago, no puedo seguir sin ti. Y he cambiado, hasta he empezado a salir con otra chica, un tanto extraña. Dice que le gusta hacerme feliz, que no me ponga triste nunca más. Por eso me enamora. Aunque tú siempre ocuparás un hueco en mi corazón, ella empieza a entrar en él. Annie, jamás te olvidaré, de verdad. Esta es una de las promesas que me hice cuando te fuiste para ¿siempre? y pienso cumplir. 
No quiero creer que sea para siempre 
Vivo con la esperanza de que un día tocaran mi puerta y estarás tú detrás de ella para abrazarme. 
Esta es la última carta que te dejo, hoy es otra vez 18 de mayo, nuestro aniversario. Espero que lo estés pasando bien allá arriba, y que te estén cuidando. No te olvides de mí, porque algún día estaremos juntos otra vez, mientras ese día llega, piensa que yo siempre te voy a querer como el primero, Annie. Mi último te quiero escrito, porque dentro de muchos años te lo podré decir en persona, ahí arriba. 
Te quiero mucho Annie. 
Tuyo siempre, Luca.

Una cinta azul de dos palmos y pico.

¿Conocéis a Juan Lanas? ¿No? Juan Lanas era un niño como muchos otros, que le gustaba deambular por las calles en busca de diversión, hasta que un día encontró la diversión, en un lacito que calló y fue a parar a sus pies por arte de magia. O eso cuenta la historia...
En aquel pueblo, como en todos los pueblos, había niños ricos y niños pobres.
Uno de los niños ricos cumplió años y le regañaron muchas cosas: un caballo de madera, seis pares de calcetines blancos, una caja de lápices y tres horas diarias para hacer lo que quisiera.
Durante los diez primeros minutos el niño rico lo miró todo con indiferencia.
Empleó diez minutos más en hacer rayas por las paredes.
Otros diez en arrancarle una oreja al caballo.
Y otros diez en dejar sin minutos las tres horas libres. Esta última maldad fue haciéndola minuto a minuto, despacio, aburrido, por hacer algo sin hacer nada.
Al deshacer los paquetes, había tirado por la ventana la cinta azul con que venía atada la caja de lápices; una cinta como de dos palmos, de un dedo de ancho, de un azul fiesta, brillante.
La cinta fue a dar a la calle, a los pies de Juan Lanas, un niño despierto, de ojos asombrados, pies descalzos y hambre suficiente para cuatro.
Juan Lanas pensó que aquello era lo más maravilloso que le había ocurrido en la última semana y en la que estaba pasando y seguramente en la que iba a empezar.
Pensó que era la cinta con la que se amarran las botellas de champán a la hora de bautizar los maravillosos barcos que dan la vuelta al mundo.
Pensó que era la alfombra que usaron los liliputienses el día que se bautizó al hijo del rey.
Pensó que sería un bonito lazo para el pelo de su madre si su madre viviese.
Pensó que quedaría muy bonito en el cuello de su hermana si tuviera hermana. 
Pensó que le gustaría usarla para pasear a su perro si fuera capaz de encontrar a ese golfo de Cisco, sin rabo y tan viejo. 
Pensó que no estaría mal para sujetar por el cuello a la tortuga que quería tener. 
Pensó, al fin, que bien podría ser un fajín de general.
Y pensándolo empezó a desfilar al frente de sus soldados, todos con plumero, todos con espada.
Los que lo vieron pasar pensaron que era un niño seguido de nadie, y al poco rato un niño seguido de un perro sin rabo, pero Juan Lanas sabía que el perro era su mascota, que los soldados pasaban de siete, que era hasta donde Juan Lanas podía contar sin equivocarse.
Y mientras Juan Lanas desfilaba, el niño rico se aburría.
Y esta es la magia de la que os hablaba yo, una magia como cualquier otra. Como la magia para soñar, para imaginar, para crear, inventar y muchísimas cosas más. 
Lo que nadie sabe es que la magia tiene truco.